¿Qué encontrarás aquí?

Cuentos y Relatos paranormales, eróticos y de fantasía.

Fue en un diciembre (2)

Fue en un diciembre
Segunda parte

Debía haber tomado el auto y sin embargo, me encontraba corriendo entre la niebla con una vil linterna por un mísero caminillo en el bosque que José nos había indicado, el cabrón había tenido la idea y a pesar de eso no se había ofrecido a liderar, maricón.

En otra ocasión los inmensos cedros me habrían intimidado a tal grado de salir con una excusa “varonil” sobre la pequeña excursión al bosque, ahora no tenía opción y además había otra cosa que me horrorizaba más que la oscuridad y los árboles, la razón por la que ahora huíamos hacia el pueblo en busca de ayuda. Clara venía con su hermano, la rubia de las tetas bonitas y el hombre que hacía unos momentos había visto que tenía una verruga peluda asquerosa del tamaño de una nariz sobre la frente (exageré), sólo podía escuchar nuestros pasos y las respiraciones agitadas además de los rezos que ya me tenían hasta la madre.

En menos de diez minutos llegamos a un claro en el cerro y pudimos observar el pueblo que abajo era bañado por la luz de la luna, los oídos me dolieron con los gritos de Clara y la rubia, al igual que se me revolvió el estómago al ver las casas con los techos derrumbados, algunas claramente mostrando un hueco circular y otras totalmente reducidas a escombros.

Sin embargo lo que me hizo retroceder y tirar la linterna no fue eso sino las huellas, huellas enormes del tamaño del ancho de las casas, varios pares de ellas dibujando trayectos hacia cada una de ellas. Para ese momento mi cerebro ya había hecho ¡kaput! y las neuronas se habían tomado vacaciones permanentes.

-Estamos bajo ataque, ¡extraterrestres!- Gritó el verruguín tomando a la rubia por los hombros y agitándola fuertemente, la mujer sólo lloraba incrédula de lo que acababa de mirar, las casas, no la verruga. Clara no paraba de gritar frenéticamente mientras su hermano la abrazaba con fuerza, él y yo intercambiamos miradas y caras de pavor. Claro, que él me llevaba gran ventaja.

¿Qué hacemos? Fue la pregunta implícita en sus ojos, seguida de una cara de confusión total. Seguramente había visto mis ojos desorbitados producto de mi cerebro ahora inactivo.

-Si pasaron por allí, no volverán- Respondí tratando de verme seguro de sí mismo con acento de científico experto del Discovery Channel, todo mundo sabía que un rayo no volvía a caer en el mismo sitio, obviamente eso no se aplicaba a seres patones asesinos de humanos. Aunque eso, sólo yo lo sabía.

José asintió, tomó la mano de su hermana y bajó por la pendiente del cerro, mientras me quedé a liberar a la rubia del agarre paranoico del tipo detrás de la verruga, cuando despegaba sus garras (manos) de ella, él no paraba de murmurar y gritar las mil y un formas en las que moriríamos por mi idea, si a mí se me apagaba el cerebro, a él con el pánico se le encendía. Con éxito tomé a la rubia de la mano y bajamos ignorando los chillidos del hombre, que aún estaba en desacuerdo con la idea, pero aún así bajaba con nosotros.

Sujeté descaradamente la mano de la mujer y la bañé en sudor, aunque de esto último no estuve seguro si realmente era yo o ella a mí. Desde que habíamos salido de la cabaña, la tierra no se había sacudido bajo nuestros pies de nuevo, lo que significaba que lo que sea que eran esos seres, no estaban cerca de nosotros. Aún así, mi mente se desentumía preguntándose una y otra vez ¿qué carajos había sido eso?, ¿de dónde habían salido?, ¿qué habían hecho con las víctimas?, ¿cuántos eran?, ¿dónde estaba nuestro ejército orgullosamente mexicano?, o mejor aún, ¿Dónde estaba la fuerza aérea con sus ultramodernos F5 invencibles?

Con el paso de los minutos y el recorrer de las casas destruidas, obtuve la respuesta de una de mis preguntas, los aviones seguían guardados en alguna bodega oxidándose. Ninguno de nosotros se detuvo a buscar sobrevivientes, sabíamos que aquellos que quedaban vivos ya se habían largado de allí, tampoco nos detuvimos a ver las huellas, la sangre y los cadáveres aplastados, por primera vez en mi vida deseé no tener huevos y ser mujer (aunque me perdería de rascármelos frente al televisor), así sería arrastrada con los ojos cerrados por José o el hombre de la verruga asquerosa en la frente, perdiéndome todo lo que estaba viendo de reojo y trataba ignorar.

Los cinco sabíamos lo que había pasado, sabíamos los gritos que habían ocurrido, las familias corriendo por salvarse mutuamente, las mujeres desesperadas gritando, los bebés llorando, los hombres intentando defenderse y ocultar a sus esposas. Cientos descontrolados por mantenerse con vida, cientos peleando los unos sobre los otros tratando de encontrar un mejor escondite. Lo sabíamos, pero no queríamos compartirlo, en cambio nos tragábamos el dolor y la desesperación para poder continuar.

Me lamenté aceptar la invitación de las nalgas de Clara, rechazar al pobre pelón y haberme dejado llevar por las ganas de ligar, aunque lamentarse no ayudara en nada al menos mantenía mi mente trabajando evitando que me diera otro parálisis mental crónico.

Pronto salimos del pueblo, entramos a la zona de sembradíos y graneros, allí estaban los demás agrupados con sus familias y amigos, no había huellas de gigantes ni construcciones destruidas, por lo que respiré aliviado. Sin pensarlo, nos reunimos con las demás personas, sobrevivientes del ataque al pueblo, hacían diferentes comentarios sobre las bestias que atacaron mientras todos dormían tranquilos en sus camas. Los que habían logrado verlos no podían describirlos más allá de “bestias grises sin rostro” y los que no, les ponían cuernos, ropa, facciones demoniacas, incluso hasta les ponían nombres totalmente ridículos.

Perdí de vista a mis amigos, me perdí entre las pláticas de hombres, teniendo en cuenta que las mujeres no podían hablar entre tanto moco, tratando de buscar un plan para contra atacarlos, pero no salía de mandar a llamar a alguien, lo que teníamos un problema puesto que los celulares no servían y no había líneas telefónicas, o huir hacia el mar, pensando que los seres no podrían nadar, de todas las ideas ridículas, esa había sido la más descabellada que escuché, aunque fue la más aceptada por todos.

Trazábamos una ruta en el suelo, con los dedos en la tierra, cuando esta misma nos sacudió a todos. Valiéndome madres el plan, volteé hacia los lugares más cercanos de escape, estaban tres graneros en las cercanías, uno al norte y dos a la derecha. Los temblores se hacían cada vez más fuertes al igual que el pánico incrementaba y las viejas me dejaban sordo. Como alma que lleva al diablo, comencé a correr hacia uno de los graneros, el más cercano a mí, de reluciente madera pintada de rojo, como pinche imitación gringa barata. Detrás de mí, escuché el grito de las tetas bonitas que me seguía, además de Clara, José quien parecía haberme tomado un poco de respeto y el verruguín.

De un patadón, logré hacer que la puerta me lastimara el pie, maldije por lo bajo, al ver mi dignidad masculina caer al piso, además de José girar la perilla y entrar. Dentro se veían sólo cúmulos de forraje seco, mangueras, aparatos y herramientas de arado, además de una pileta enorme al fondo al lado de otra puerta, una visión del cielo gracias a la única ventana que estaba sobre el techo.

Las vibraciones del suelo eran más fuertes que antes, podía sentirlo cerca, un paso del otro, caminando hacia nosotros, los ruidos delataban la destrucción del granero de al lado, los gritos de las personas y el chillido de la víctima, una mujer. La rubia gritó, sacándonos del espasmo del miedo, corrí hacia ella y le cubrí la boca, el hombre de la enorme verruga que llamaba la atención de quien fuera que mirara su rostro, corrió hacia la pileta intentando escapar.

-¡Shh!- fue lo único que pude decir cuando la única luz que entraba por la ventana fue cubierta inmediatamente por una sombra. Segundos después una mano de alrededor de cinco metros atravesó el techo, tomó al hombre y su verruga extrayéndolos del granero como cuando un niño saca las galletas del tazón. Los únicos gritos que se escucharon, fueron los de él y los de la rubia que estaban siendo ahogados por mí, Clara, se había desmayado en los brazos de su hermano que miraba atónito la escena. Por mi parte, esperaba que de un momento a otro mis calzones pesaran.

La siguiente mano bajó y esta vez amenazó con tomar al hermano de Clara, quién la arrojó sobre el piso y corrió en dirección contraria mentando madres como loco, estaba a punto de salir del granero cuando la cosa lo tomó y jaló la mano hacia arriba, llevándose consigo a José y el techo.

Entonces pudimos verlo, una forma humanoide de veintitantos metros de alto capaz de enfrentarse a Godzilla, parecía que su piel grisácea era suficiente para cubrirlo, no tenía rostro a parte de un triángulo metálico en lo que podría ser su frente, tampoco tenía facciones o formas de músculo, era una sombra humana, un perfil gris enorme de nuestra raza en 3D y nosotros, sus víctimas.

Aún sujetaba con fuerza a la rubia, cuando un segundo ser acercó el rostro al hueco. Me quedé helado en el sitio, la rubia se aflojó (podría haberlo hecho antes cuando le coqueteaba) y los segundos se hicieron eternos, mientras el sin rostro parecía mirarme y la paranoia del verruguín se apoderaba de mi ser, imaginando la forma en la que sería destazado y llevado a no sé dónde, con los huesos rojos y la sangre escurriendo.

Nada pasó, mientras me orinaba en mi lugar (no realmente) los temblores volvieron y el monstruo se alejó de mí y las viejas desmayadas. Me quedé quieto hasta que las vibraciones desaparecieron, Clara despertó y me jaló las greñas.

-¡AH!, ¡¿Qué mierdas haces?!- me enfurecí despertando de mi letargo mental.

-¿Se han ido?- las lágrimas brotaron de su rostro como cascadas interminables.

- ¿y mi hermano?- preguntó temerosa.

En silencio, evadí su rostro y miré en dirección al ausente techo, ella sólo se apoyó en mi hombro para continuar llorando desconsolada. La rubia comenzaba a reaccionar para alegría de mis brazos entumidos, la solté una vez que ella podía sostenerse. Miré alrededor, me había quedado solo, con las dos viejas más chillonas que había conocido en mi vida, justo uno de esos momentos en los que sentías que te levantaste por el lado izquierdo de la cama. De pronto, las tetas voltearon a verme.

-¿A dónde iremos? ¿Seguiremos con el plan de ir al puerto?- Me preguntó la rubia entre un estado de shock y destello de inteligencia femenina. Clara dejó de llorar, olvidándose totalmente de su hermano y se unió a ella. Esa mujer seguro tenía serios problemas mentales.

-Seguro todos fueron hacia allá, queda a unos minutos de aquí- Clara intentó darse valor, aunque el vestido sucio, los pies descalzos y el maquillaje corrido, se lo arrebatarían con sólo verse en el espejo.

-Correremos- Dije sin creer lo que estaba a punto de decir. –Mientras no haya temblores, una vez que todo se sacuda, a ocultarse donde puedan, no griten, no corran- Eso parecía haber funcionado antes, aunque mi descubrimiento no había sido voluntario y estaba seguro de que la próxima vez, también me quedaría quieto de terror. Ellas por su parte asintieron, aunque sabía que acabarían traicionando la orden y sacudiendo sus traseros por todo el sitio, lo que me daría una ventaja de pasar desapercibido. Qué caballeroso era.

El recorrido tenebroso al puerto lo pasamos sin percances, efectivamente, la bruja de Clara había tenido razón, allí estaban los pocos que quedaban, sobre un muelle de no más ancho de 4 metros, la gente se apretaba una con otra luchando por subirse a uno de los barcos pesqueros de los dos que quedaban, el olor a pescado podrido nos rodeaba y sin embargo, intentábamos desesperadamente acercarnos más a él.

Entre los hombres, se encontraba el cabrón que había planeado eso (aquel que taché de lunático), dirigía a las personas, seleccionando primero a las mujeres y los niños para subir al barco, además de ancianos y viejitas (que no tengo la menor idea de cómo pudieron llegar antes que yo), por unos momentos esperaba ver al grupo musical tocando en el muelle como si fuera una imitación barata de Titanic.

Como si mi suerte no pudiera empeorar más, el lunático me negó la subida al dichoso barco, según sus planes subirían primero los que llevaban esperando más, para nosotros, los idiotas rezagados, nos tocaría el otro barco apestoso, estaba recordándole lo mal ciudadano que era cuando los temblores volvieron.

Ahí fue cuando el protocolo valió mierda y todos corrieron a aventarse al barco, pisoteando niños, viejitos (ahora sí no se salvaron) y otros, Clara y la rubia por su parte, hicieron lo que toda vieja histérica haría, se colgaron de mis hombros esperando que les solucionara la vida o que las arrastrara al barco.

Los seres, que antes no había tenido oportunidad de ver de cuerpo completo ahora estaban a la vista, eran más de cuatro caminando hacia nosotros con sus triángulos de malagüero, al borde de una crisis de pánico, me aventé con todo y las viejas al agua, en cuanto me soltaron al sentir el remojón, nadé hacia el otro barco, otros hicieron lo mismo. Al llegar a él me agarré de las redes y trepé como pude, no supe cómo diablos subieron Clara y la rubia, a mí me había costado un huevo y aún arriba podía sentir los brazos cansados.

El barco comenzó a moverse alejándose de la costa, no me enteré quién más se había subido con nosotros, lo único que me importaba era ver cómo aquellas criaturas disminuían de tamaño a medida que nos alejábamos. O más bien aumentaban por eso de la ilusión óptica, pero nosotros sabíamos que estábamos cada vez más lejos de ellos.

El amanecer nos alcanzó conforme nos alejábamos, entonces pudimos verlos a todos, diez figuras se alzaban sobre el puerto, lanzándonos destellos de luz con sus triángulos metálicos. Tanto el otro barco, como este, habían logrado zarpar.

Una hora pasamos aburridos viendo cómo las criaturas aún seguían en la costa, esperando que volviéramos. Clara, se acercó a mí con unos binoculares y la muy perra no me los prestó cuando se los pedí. Ensimismada, observó las criaturas hasta que me entregó los binoculares y se puso a chillar histérica mientras le daban espasmos, las personas en el barco trataron de calmarla mientras yo le arrebaté los binoculares y me dispuse a ver lo que la había aterrado.

A la distancia, estaban los seres, la piel gris, las cabezas sin rostros, lo mismo que habíamos visto momentos atrás, confundido volví a repasar el grupo, entonces lo vi, aquello que había vuelto loca a la bruja y lo que estaba a punto de acabar con mi mente.

Uno de aquellos seres, que parecía exactamente una copia de los demás, tenía una pequeña diferencia, un tatuaje en forma de serpiente que le rodeaba el brazo derecho, el mismo tatuaje que José, el hermano de Clara, tenía.

Asustado bajé los binoculares y me agarré fuerte del barco, no podía dar crédito a lo que había visto, mucho menos articular palabra alguna a los que me miraban exigiendo una explicación, pero sí pude ver mis manos, aquellas cuya piel se había tornado del mismo color de aquellos monstruos, manos que ahora veía borrosas, mi mente no tardó en entumecerse y en lo único que pude pensar a partir de esos momentos, era en lo mucho que los odiaba, en cuánto me odiaba a mí mismo y en mi pecho, sentí el peligroso deseo por destruirlos.

Mientras un ardor en mi rostro se hacía presente, los gritos de Clara y las personas que me rodeaban se fueron haciendo cada vez más lejanos, a la vez que la proa del barco se hacía más pequeña bajo mis pies, sereno miré al cielo y abandoné toda esperanza, así como Dios nos había abandonado, condenándonos a matarnos unos contra otros.

--------------------------------------------------------------


Esta obra está Registrada en: Safe Creative - (c) - Cilraen Helyan

 

3 comentarios:

Alias-writer dijo...

Qué tal, Hely. Ya terminé de leer este cuento. Seré muy sincero contigo: me agradó el final, la revelación que ocurre mientras el protagonista está en el barco, pero lo que me dejó confundido era su extraña actitud, aunque debo admitir que queda completamente justificado cuando se lee el final. Y luego otro detalle: ¿el ejército mexicano tiene F5? ¡Quién lo diría! Supongo que es como dice el prota: han de estarse oxidando en algún hangar. Por lo demás, me gustó mucho. Sólo tienes que pulirle un poquitín lo de las comas. Yo ahorita le estoy sufriendo con eso. Todos me lo dicen: "Las comas... cuidas las comas, con una..." Bueno, tú sabes. ¡Salu2! Y sigue escribiendo.

Hely dijo...

Muchas gracias!
Aunque no lo creas todavía los tiene, oxidados pero aún vuelan!
Ah sí! tengo un problema "crónico" con eso, creo que quedé un poco traumada con la clase de comunicación escrita, a veces pongo comas en exageración (como en este caso), pero ya lo arreglaré.

Gracias por pasarte!
;) Espero que ya estés ahora sí de vuelta.
¡Saludos!

Astrid Mel dijo...

Hola!!
Permiteme presentarme soy Melannie, administradora de un directorio de blogs, visité tu sitio y está genial,
me encantaría poner un link de tu blog en mi sitio web y así mis visitas puedan visitarlo tambien.
Si estas de acuerdo no dudes en escribirme a melannieagurto@gmail.com

Éxitos con tu blog.
Un Saludo
Melannie.