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Perdida cap. 3

PERDIDA

Capítulo 3: "El despertar"


Ella despertó apretando la mano, entre sus dedos ya no estaba la mano cálida de aquél hombre, ahora sólo había un vacío, uno que equivalía a la realidad que tanto miedo le daba.

Sobre ella una lámpara de luz blanca le calaba la vista, siete focos incandescentes la miraban directo, como si la señalaran y acusaran frente a los demás lo que estaba a punto de hacer. ¿Estaba en el lugar correcto? Dudó.

La cama fría la asqueaba y el olor a medicina la hacía desear otro toque de anestesia. Pero eso la haría volver a las pesadillas, a la voz masculina que la torturaba cada noche, que la castigaba por la decisión que había tomado por su egoísmo, justo como había sucedido con el anterior, cuando la enfermera había salido de la sala y la culpa la había torturado al punto de agarrar el tanque y dejarse inconsciente a sí misma.

Ahora no había escape, tenía que enfrentarse a las ideas, tenía que enfrentarse a la decisión que estaba a punto de cometer. Observó su vientre, un vientre que no iba a permitir crecer a partir de ése día. Dentro de él, un bebé se desarrollaba, un pequeño ser cuyo sexo se había negado en conocer, ni siquiera había pensado en un nombre, no quería, eso le haría encariñarse con él y le impediría arrebatarle la oportunidad de vivir, hasta el momento, era Eso y sólo, eso.

La niña del sueño invadió sus pensamientos, la recordaba claramente, tenía los ojos grises como él y el cabello largo en rizos como ella misma. Era el producto de su mente, puesto que así era como se había imaginado que sería su hija, así la había visualizado al conocer el sueño del amor. Un hombre guapo de ojos grises, cabello oscuro y una sonrisa sorprendente. El mismo que la asediaba en sueños, un recuerdo que volvía incontables veces a pesar de que él se había ido por cuenta propia.

La historia de ambos, era como la de otras parejas, altos y bajos, caricias y discusiones, no habían tenido nada fuera de lo común, al inicio se habían regido por los sentimientos y al final, por el egoísmo, en el que no había lugar para los dos como uno solo. Ella escogió una carrera profesional, él una vida en otro país, entonces sus caminos se separaron y el amor quedó suspendido en el tiempo. Superarlo sería fácil, al no haber nada más allá.

Un mes y una prueba de embarazo después, la mandaron a la depresión. El comienzo de su carrera fue difícil y sin el apoyo económico de alguien más, se tornó imposible, las horas que dedicaba a las clases, se cambiaron por horas de trabajo. Había entrado al mundo laboral para pagar la escuela y al final, trabajaba para pagar la vida.

El bebé no estaba en planes, había estado en ellos, pero en ese momento, tener algo que lo recordara a él y lo que pudo ser, la atormentaba. En especial, porque sabía que no podría darle todo. Sin embargo, estaba al tanto de que la renuencia de sus pesadillas, a dejar ir al fruto de su amor era la voz de su alma.

El médico entró en la sala, colocándose unos guantes de látex blancos. La enfermera lo siguió y se colocó detrás de una mesita que tenía una bandeja plateada con diversos instrumentos macabros. Herramientas que se encargarían de destrozar el pequeño cuerpecito que habitaba en su interior.

La enfermera, una rubia teñida delgada, pasó un objeto largo y metálico al doctor, él se acercó a las piernas de la mujer, quien reposaba de espaldas con ambas piernas flexionadas y abiertas para dejarle espacio de trabajo al hombre. El aparato frío se abrió paso en su interior, invadiendo el hogar de ese ser tan pequeño que una vez había sido deseado.

¡No la toques!

Gritó su mente y la sala vibró transformándose por un segundo en el bar, donde el hombre sujetaba a la niña del pelo. Parpadeó de nuevo, el doctor seguía con su trabajo.

¿Acaso te importa?

La voz familiar hizo eco en sus pensamientos, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

-Dolerá un poco, aguante por favor, aún no inicio con la intervención- el hombre del traje azul se concentró en su labor.

¿Por qué a mí, por qué a la niña?

La realidad volvió a vibrar, esta vez el bar duró más tiempo de lo que esperaba, su mente se negaba a volver a la realidad. El hombre del bar la miraba con tristeza de nuevo. Era como si dentro de la pesadilla se comunicara con ella. Ahora bajo su abrazo metálico, ya no estaba la niña, estaba una pequeña bebita dormida. Sabía que era ella, en su vientre, ¡había una niña!

Tú lo sabes

-No puedo- Contestó aterrada. –No sé cómo hacerlo-

-¿Dijo algo señorita?- El doctor la miró preocupado.

Puedes, pero temes enfrentarte a ello

-No sé cómo- su voz apenas fue perceptible por las personas de la sala.

-¿Señorita?- el doctor miró a la enfermera consternado, la paciente hablaba mirándolo pero parecía que no hablaba con él, sino con alguien más. La enfermera le respondió con un encogimiento de hombros.

Es tu mente, es tu mundo, lo descubrirás

-No quiero que muera, no quiero- La adoraba, la había adorado desde el momento en que la vio en el piano, la amaba desde el momento en el que supo que estaba dentro de ella, pero se había engañado a sí misma para hacer soportable una realidad que se imponía. Una realidad que estaría vacía al igual que su mano al despertar, que estaría llena de dolor, al igual que cuando vio a la niña morir frente a sus ojos, una vida que sería miserable como la de aquellos que llenaban el mar rojo, aquellos que sangraban su tristeza.

Entonces lucha, … ¡sálvala tú!

El sonido del aparato la sacó del bar y la devolvió a la sala de operaciones donde el médico trataba de extraer al feto.

- ¡Detente!, te lo ruego, ¡vas a matarla!, ¡DÉJALA VIVIR!- El grito hizo que tanto el doctor como la enfermera la voltearan a ver y se apartaran de ella. La sangre en el aparato y en las manos del doctor, era evidente ante sus ojos.

-¡NO!, la he perdido, he perdido a mi bebita… la he... matado- Asustada bajó las piernas y se abrazó a sí misma lloriqueando. El doctor se acercó para tranquilizar a la paciente, se quitó el guante y le colocó la mano en el hombro, mientras la enfermera retiraba los utensilios y salía de la sala, se había cancelado el aborto. Llamaría a la siguiente mujer a la espera.

-Ella estará bien- Su voz, era un coro con la voz del hombre que había invadido sus sueños, con la voz de su amor perdido, el padre de la bebé que aún palpitaba en su interior.



7 AÑOS DESPUÉS

-¡Hey! Mami, ¿sigues estudiando?- Una niña de ojos grises y bucles negros asomó los ojos sobre el cuaderno de notas que se esforzaba por memorizar.

-Uhmm si, no pongas la mano allí- La mamá le retiró la mano con cariño y volvió a leer el renglón que se había quedado interrumpido en su mente.

-¿Qué estudias?- Preguntó la pequeña con la curiosidad que ahora la invadía a diario.

-Cómo comprarte más vestiditos, ve a jugar con tus muñecas, cariño- Volteó la hoja y estiró los brazos, odiaba la época de exámenes, con el trabajo, la nena y la casa, tenía el tiempo agotado y sin embargo, lo disfrutaba.

-No quiero- Reacia a obtener la atención de su madre, colocó las manos sobre el cuaderno. Su mamá sólo la miró y sonrió.

-¡Mandy!, no molestes a mamá, ven nena, vamos al patio- Un hombre alto de cabellos negros entró a la sala y cargó a la niña sobre su hombro, sus ojos grises voltearon a ver a la mujer que no les despegaba la vista.

-La mantendré lejos un rato, concéntrate amor- Le guiñó el ojo y salió con una pequeña pataleando sobre su espalda.

-Gracias- La mujer los vio alejarse. El hombre, había regresado al enterarse de la bebé y el amor suspendido, continuó su camino inesperado, un camino que sorprendió a ambos. Mientras Amanda, su pequeño amor, le había devuelto la vida y pensaba hacerla la niña más feliz del mundo, a veces creía que la consentía demasiado. Mientras tanto ella volvió a la escuela para cumplir su siguiente sueño, su carrera y ya estaba a punto de graduarse. No podía creer que tan sólo unos años atrás había estado tan perdida, pero ahora, el camino era tan claro y hermoso, que jamás volvería a cerrar los ojos para perdérselo.

Sostuvo con más fuerza el cuaderno y siguió estudiando.






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Notas de la autora:
Felicidades a todas las que tendrán bebés este mes y los próximos, a mi hermanito y mis amigas, sé que serán mamás estupendas. Y a las que ya tienen, muchas felicidades, espero que aprecien el bello regalo que tienen.
Disfruten la lectura.