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Fue en un diciembre (1)

Fue en un diciembre



 


Primera parte

Era el mes de diciembre, el aire era frío y el ambiente por sí solo era fresco, a pesar de que después de las siete se generaba una neblina ligera, el cielo permanecía despejado luciendo su hermoso manto de estrellas. Era la ventaja de vivir lejos de la ciudad, no había edificios grandes que bloquearan tu vista.

Esa noche no tenía pensado salir, incluso saliendo del trabajo me había detenido en un videoclub y agarré una de esas domingueras, con mucha acción, hartas balas y viejas buenotas. La sección de porno no tenía nada nuevo desde la última vez que la había visto. A mitad del camino, mientras conducía a casa, recibí la llamada de una vieja que me anduve tirando que vivía en la zona rica del pueblo, Clara me invitaba a una fiesta en su cabaña de lujo, me excusé diciendo que estaba cansado por un día arduo de trabajo, pero ella fue insistente, mencionó los preparativos que había hecho, la cena, el pisto y bla bla bla, pero le dio al clavo para convencerme, sus amiguitas voluptuosas también estaban invitadas y ya habían confirmado su asistencia.

-Entonces, ¿cuento contigo?- La voz femenina me taladró los oídos mientras en un alto meditaba sobre ello (me sacaba los mocos). De reojo, miré la bolsa que había en el asiento del copiloto, a medio salir estaba la película que había rentado, “El transportador”, mi elección se encontraba entre dar media vuelta y conducir casi media hora hacia el sur, o ver una película de acción donde de seguro Jason Statham correría de un lado a otro entre balas, diálogos nefastos y una trama predecible.

El semáforo ya se había puesto en verde, pero no había nadie atrás quien sonara el claxon furioso por unos milisegundos desperdiciados. Estaba decidido, pregunté a Clara por la dirección exacta, di vuelta prohibida en “u” y me dirigí a su casa pensando en lo que podría encontrar, piernas largas esbeltas y delineadas, traseros curvos, pechos firmes y… bueno, creo que era en lo único que iba pensando.

Afuera de la cabaña estaba lleno de autos, era obvio que Clara no se había medido con las llamadas telefónicas y que los jueves nadie tenía otros planes más que ver una película con un Bruce Willis de bajo presupuesto. Estacioné al costado de un idiota que puso su enorme camioneta en horizontal ocupando lo que podrían ser dos lugares, esta de seguro la conducía una vieja.

Quité las llaves, cerré la puerta y caminé hacia la entrada de la “modesta” casa de Clara. Entre grandes siluetas de cedros y pinos se encontraba la cabaña, un monstruo alto de dos pisos de madera y enorme chimenea que se erguía imponente entre la oscuridad. El camino hacia ella estaba señalado con pequeñas fogatas que serpenteaban entre el pasto y los pequeños arbustos, este conducía a una escalera que llevaba directamente al balcón.


El ruido en el interior impidió que la anfitriona escuchara los golpes que daba contra su puerta, tenían la música en alto y la gente gritaba para escucharse una sobre otra, lo que me intimidaba a entrar, aunque por otro lado, regresarme no era una opción, al ver cómo la neblina comenzaba a cubrir el suelo y las pequeñas fogatas que se negaban a extinguirse.

Sin esperar más, abrí la puerta y entré, apenas había llegado a la sala cuando Clara se pegó a mi brazo izquierdo, rodeándolo con sus senos, provocándome, tentándome.

-¡Hola perdido!, pensé que no llegarías, ¿qué tal la niebla? Muchos tuvieron problemas con eso para llegar a la casa- Clara, había sido mi amante años atrás, no hubo promesas ni exigencias, el día en que ella encontró un setentón calvo con harta lana, me aparté y busqué otra. Ella de mantenida, ahora se daba la gran vida mientras el viejillo andaba fuera de la ciudad trabajando.

Sonriente me alejé de ella y aclaré la garganta, aguantándome la calentura y apartándola de mi mente, lo cual me costaba trabajo al verla, se había cortado el pelo a la altura de la oreja y un intento de vestido apenas podía cubrir lo más indispensable y lo ajustado no hacía más que mejorar sus formas, aunque las cenizas empezaban a humear, ella era una mujer casada y su esposo bastante poderoso, como para meterme en problemas.

-Hola, pues no tenía mucho que hacer. La niebla estaba ligera, se podía ver a través de ella, además mi carro tiene buenos faros.- Tomé una copa de la mesa y la bebí con calma.

Media hora después me encontraba platicando entre un grupo de hombres y mujeres que nunca había visto, la charla era una de las que siempre uno se avienta con los desconocidos, quién eres, de qué trabajas, a quién conoces, etc. Nada relevante.

Todo iba tan normal, que aún me esfuerzo por recordar si había algo raro con esa noche, buscando alguna señal en mi memoria que me indicara lo que estaba a punto de ocurrir, pero nada. Así como la niebla aumentó esa noche volviéndose espesa, en mi mente la indiferencia nubló mis recuerdos.

Eran alrededor de las 3am y la fiesta por fin empezaba a subir de tono, habíamos movido los sillones de Clara hacia las paredes e improvisamos una pista de baile, aunque me hubiera gustado un reguetón donde sólo tenía que estar parado y moviendo la cabeza con cerveza en mano mientras las amigas de Clara bailaban a mi alrededor, para mi desgracia ella había elegido el repertorio y no podía faltar, la música techno y Madonna, que si no fuera porque quería ligar, jamás habría bailado eso.

Entre la música, las risas y los meneos de caderas de mis nuevas conocidas, logramos percibir el grito de una mujer que provenía de la cocina. Inmediatamente dejamos de bailar, no supe si fue por el susto que nos dio la dama o el que el DJ apagara el sonido de golpe. Nos quedamos en shock unos segundos, sin saber si ir a asomarnos o quedarnos en nuestro sitio. Entonces el grito se escuchó de nuevo, junto con una frase que nos dejó helados.

-¡AHÍ VIENE!- Un hombre salió de la cocina hacia nosotros, tenía la cara de horror y la camisa llena de sangre, el piso tembló provocando pánico en el resto de los presentes, las mujeres a mi lado gritaron al escuchar cómo el techo se desplomaba súbitamente al entrar una cosa enorme de aspecto grisáceo que se abalanzó rápidamente sobre él.

Aterrado, caminé hacia atrás hasta pegar con la pared, ante mis ojos, el hombre fue jalado hacia el cielo por aquella cosa, mientras gritaba y agitaba una de sus manos pidiendo por nuestra ayuda hasta desaparecer en el hueco que ahora dejaba ver las estrellas. Entre el polvo y la intermitente luz de un solo foco balanceándose de un lado a otro, los gritos y lloriqueos de las mujeres y uno que otro hombre no se hicieron esperar.

Nunca temí por monstruos, alienígenas o fantasmas, pero juro que esto me había aterrorizado a tal grado que no podía ni siquiera pensar. Pasé los próximos segundos aferrándome a la pared mientras los demás se echaban al piso a llorar, otros corrían y otros se asomaban por las ventanas. El piso vibraba una y otra vez, en lapsos pausados y determinados, cada vez temblaba con menos intensidad.

El foco por fin cedió a la gravedad y el ruido me hizo salir del shock, no sé si fue valentía o el descubrirme solo en la oscuridad, pero corrí al balcón desesperado, quería ver, quería saber qué rayos había sido eso y ver cómo salir de ahí lo más rápido posible. Otros hicieron lo mismo, todos buscábamos respuestas, estar con más personas me hacía sentirme un poco más seguro, pues si esa cosa regresaba, habría más de donde elegir.

El cielo oscuro y las estrellas parecían totalmente desinteresadas por nuestra situación, la luz de la luna se apiadó de nosotros brillando con fuerza, permitiéndonos ver entre la neblina espesa una sombra que se movía al ritmo de las vibraciones del suelo, a su paso, se escuchaban los árboles que eran arrasados y los ecos de las personas que se había llevado.

-¿Q-qué ha s-sido eso?- Preguntó un hombre a mi lado que me negué a mirar, apartar la vista de la niebla no era una opción, temía que en algún momento, en algún parpadeo, se arrepintiera y volviera atrás para llevarse lo que le faltó.

-No lo sé- Traté de tragarme el miedo, pero este se vio reflejado en mis palabras, mi corazón latía amenazando con escapar de mi caja toráxica, mientras que forzaba mi respiración a regularlo. El tipo era obvio que quería teorías. ¿Teorías? Tenía una buena en mente, correr o morir. ¿A dónde? ¿Cuánto? Bueno, no era una tan buena después de todo.

Mi mente y yo nos desconectamos del ambiente espeluznante, nos mantuvimos centrados sólo en la sombra, hasta que finalmente mis ojos dejaron de verla, fue entonces cuando volteé a ver a los sobrevivientes.

Clara estaba sentada en el suelo detrás del barandal, con los párpados apretados, lágrimas negras escurriendo sobre sus mejillas y sus manos aferradas a la madera, mientras sus labios no paraban de recitar rezos de memoria, en años de conocerla, nunca le había escuchado ni un padre nuestro. Atrás de ella, estaba su hermano José en posición protectora, un hombre fornido de aspecto rudo, con un tatuaje de una serpiente sobre el brazo derecho y barba de tres días, que años atrás había temido que se enterara de las acciones pecaminosas que había tomado hacia su hermana, o mejor dicho, de los lugares donde la había tomado. En cierto momento, me alegré de que ella no pudiera verle la cara a su héroe, José tenía la cara desfigurada de terror, como si estuviera a mitad de un grito que no podía dejar escapar. Tuve que apartar la mirada para recobrar la cordura, pues la misma locura amenazaba con invadirme.

Detrás de ellos, más a la derecha estaba una voluptuosa rubia toda empolvada y con varios rasguños, seguramente la pobre había estado cerca cuando el techo se vino abajo. Traté de recordar su nombre, pero era una acción imposible, ya que su pronunciado escote no hacía más que distraer mi atención cuando me la habían presentado horas antes. Ella tartamudeaba entre sollozos, pero no movía ni un músculo, ni siquiera para parpadear, como si de ello dependiera su vida.

No tardé en percatarme de que la cabaña ahora estaba vacía, los demás habían corrido a sus autos y se habían largado, habría hecho lo mismo de no ser porque el temblor en mis piernas me lo impedía.

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Esta obra está Registrada en: Safe Creative - (c) - Cilraen Helyan

Segunda parte: http://evadiendolarealidad.blogspot.com/2010/08/fue-en-un-diciembre-2.html

2 comentarios:

Alias-writer dijo...

Bien hecho, Hely. Me gustó la historia, con algunos toques de ¿terror?, ¿fantasía? Lo averiguaré cuando lea la segunda parte. Sólo me desconcertó un poco el cambio de tono del protagonista: primero muy machote y después... temblorino, jajaja. Me has dejado enganchado. Seguiré leyendo. ¡Salu2!

Hely dijo...

Hola desaparecido! :O

Jajaja es que el tipo se hacía el machote XD, pero era un cobarde de closet.