SELENE, Luz de LunaHistoria corta
Capítulo 1
Capítulo 1
Cuando tenía 8 años escapé de casa, enojado por una discusión con mi padre cuyo tema ahora no recuerdo, corrí a mi sitio favorito de juegos y me escondí esperando que se preocuparan por mí como venganza.
Sin darme cuenta, las horas volaron dejando que el velo de la noche me cubriera, entre la oscuridad vi una lámpara, por el andar tranquilo y cojo de la sombra, supe que se trataba del velador, un anciano que vivía justo a la entrada del lugar, muchos chicos le temían pero yo no, sin embargo, no deseaba ser encontrado. En silencio, caminé entre las tumbas alejándome de la pequeña luz hasta llegar a un pequeño mausoleo, era curioso, en todas las veces que me había paseado por ese camino, jamás me había percatado de esa construcción, quizás jamás me había detenido a observarla como ése día, tenía una enorme puerta de madera de esas que en las películas de terror rechinaban y te ponían los pelos de punta.
Curioso me acerqué a mirar por uno de los pequeños huecos que tenía, la madera cedía al paso de los años y se pudría poco a poco, dentro la luz de la luna iluminaba como en el exterior, entrecerré los ojos e intenté ver más allá del rayo de luz, entonces escuché un ruido atrás de mí, el anciano estaba cerca de mí, asustado empujé la puerta y la cerré una vez que estaba dentro. En silencio esperé hasta que los pasos irregulares estuvieron lejos de mí. Silencio total...
Cansado caminé al interior y miré al techo, era de cristal, un cristal transparente que me dejaba ver las estrellas y la luna, la razón por la cual pasaban los rayos de luz al interior del recinto. Me eché en el suelo, pronto amanecería y entonces volvería a casa a que me recibieran con los brazos abiertos, satisfecho pasé una hora contemplando las estrellas, me imaginé mundos, aventuras, peleas, héroes del espacio, soñé con los ojos abiertos miles de vidas olvidando la mía propia, entonces escuché un suspiro.
Asustado por haber sido descubierto me puse de pie y caminé hacia la puerta, pero la voz me detuvo, una voz femenina y melodiosa me hechizó, haciéndome girar sobre mis pies y mirar a la dueña de dicho encanto.
-¿Qué haces aquí?- Preguntó la delicada silueta femenina detrás del rayo de luna.
-Yo, eh... lo siento, me iré a casa, por favor no le diga al velador, no le diga a mis papás- Asustado intenté correr a la puerta pero el miedo me lo impidió. No creía en los muertos, no creía que los muertos podían volver a la vida, ni mucho menos que existieran como fantasmas, eran cuentos para asustar niños, pero entonces, ¿porqué mis piernas no funcionaban? ¿De dónde había salido la mujer? ¿por qué no la había escuchado antes?
-Por favor, déjeme ir, por favor, juro que no volveré, por favor...- Intenté alcanzar la puerta pero mis brazos no respondieron, al contrario, mi cuerpo se giró de nuevo enfrentándola.
-Shh- La sombra caminó hasta ser iluminada por el rayo de luz que entraba por el techo, el cual dejó ver a una joven de piel blanca como el mármol, cabellos negros como la noche y ojos violetas, unos ojos que hechizarían a cualquiera que los viera. Tan raros, tan encantadores, si no hubiera estado a punto de hacerme en los pantalones, habría preguntado por ellos.
-¿Cuál es tu nombre niño?- Preguntó con tranquilidad.
-Me... me... me llamo...- Lágrimas comenzaron a surgir de mis ojos, las piernas me temblaban y habría gritado de no ser por la expresión de tristeza que tenía en su rostro.
-Olvídalo- Suspiró con cansancio mientras paseó su mano sobre mi pelo.
-¿Podrías quedarte conmigo? He pasado tanto tiempo sola, largos años y quisiera algo de compañía... ¿podrías? No te haré daño, lo prometo- Dio unos pasos hacia atrás sentándose apartada de mí, dejándome un espacio personal.
-No... no puedo moverme-
-Ohh, lo lamento mucho- Al pronunciar sus palabras mis piernas cedieron y caí de rodillas al suelo, me quejé del dolor pero no hice algún esfuerzo por huír, extrañamente sentía que debía quedarme.
-Lo lamento de nuevo, ¿estás bien?- Se inclinó preocupada estirando los brazos para revisarme, pero temeroso me alejé hasta toparme con la puerta. Triste volvió a su posición anterior y retiró los brazos.
-Puedes irte si quieres- Desvió su mirada al suelo, ¿por qué estaba triste? ¿no quería que me fuera?
-Tú... tú... ¿estás muerta?- Intenté cambiar el tema, la curiosidad me había picado lo suficiente como para vencer mi miedo a preguntar.
-No, no en la forma en la que mueren ustedes, sólo estoy atrapada-
-¿Atrapada?-
-Sí-
Inocente miré sus brazos y piernas buscando alguna clase de esposas o grilletes, nada, sólo me di cuenta que no llevaba zapatos.
-¿Por qué no tienes zapatos?
-Nunca los he tenido
-¿Tus padres son pobres?
-¿Padres?, no, no tengo padres
-¿Por qué estás aquí?
-No puedo salir
-¿Por qué no?
-Debo estar aquí al amanecer
-¿Por qué?
-¿Por qué quieres saberlo?
-No sé, mamá dice que soy curioso.
Ella sonrió y respondió a mi pregunta paciente.
-Tu madre te conoce bien. Debo estar aquí si quiero volver a despertar mañana.
-¿Despertar?
-Sí
Inútilmente traté de entenderla, sin embargo, mi mente de niño aún no tenía espacio para filosofías ni raciocinios, seguí platicando con ella hasta que llegó el amanecer, entonces ella me despidió con una pequeña sonrisa mientras sus ojos brillaban en la oscuridad.
-Es hora que vuelvas, tus padres se preocuparán por ti-
-¿Puedo venir mañana?-
-¿Vendrías?-
-Sí-
-Me harías muy feliz, gracias.
-Sí-
-Me harías muy feliz, gracias.
Sonreí contento, tenía una amiga, una nueva amiga de juegos. La noche siguiente volví, la siguiente también y la que le seguía a esa.
-Debo irme a casa, te veo mañana.
Ella no me sonrió, su expresión se volvió triste y me abrazó con fuerza.
-No podrás.
-¿Por qué?
-Porque mañana no estaré.
-¿Por qué?
-No preguntes, vete a casa.
-No.
-Vete.
-No quiero.
-Estaré aquí la siguiente luna llena- Señaló el cielo a través del cristal.
-¿La ves?-
Asentí triste.
-Cuando la luna esté como esa, aquí estaré de nuevo. Prométeme que no vendrás antes.
-Lo prometo.
-Gracias, te veré hasta entonces.
Asentí de nuevo abrazándola con fuerza, la solté y atravesé las puertas de madera cuando el amanecer volvía.
Por años seguí volviendo, hablábamos, reíamos y nos divertíamos en esa pequeña habitación de muerte. Cumplí mi promesa de no volver antes ni después de la luna llena. Con el tiempo fui envejeciendo, creciendo, entendiendo y observando, fue cuando me di cuenta que ella seguía igual, el tiempo no pasaba por su cuerpo, estaba congelada en la juventud y a mí me parecía una ninfa hermosa.
Continúa en el capítulo 2 >_<
2 comentarios:
Qué tal. Estaba pasándome por tu blog, y me fijé en lo bien que escribes. Muchas felicidades. Me gustó mucho esta historia, aunque sólo he leído este primer capítulo. Aun así, la curiosidad me picó y leeré el segundo. De nuevo felicidades y ¡salu2!
Hola, bienvenido al blog. Muchísimas gracias, espero pases un rato agradable. Saludos!
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