SELENE, Luz de LunaHistoria corta
Capítulo 2
Capítulo 2
Me enamoré, me volví loco por ella, soñé con su piel de marfil, con sus piernas delgadas rodeándome la cintura y mi rostro oculto entre su sedoso pelo. Recordé nuestras conversaciones y deseé saber más de ella, tantas preguntas inundaban mi mente y ella me debía tantas respuestas, me preocupaba su situación, quería liberarla, quería tenerla conmigo, quería que fuera mi pareja para siempre.
Ansioso por verla, esa noche no pude dormir, faltaba todavía una semana para la luna llena no podía esperar tanto, no quería, quería verla, quería confesarle mi sueño, quería confesarle mi amor. Me levanté, tomé un suéter del closet y salí por la ventana, corrí hasta el cementerio y me brinqué la barda, el velador ni siquiera se había percatado de mi presencia, ya no hacía las rondas nocturnas, ahora sólo se sentaba en la puerta y se quedaba dormido, los años le habían caído encima sin previo aviso.
Atravesé el cementerio feliz deseando probar el dulce néctar de sus labios, era la primera y única vez que rompería con nuestra promesa, ella me perdonaría, me perdonaría después de decirle lo que sentía por ella. Llegué a la puerta de madera y la empujé con fuerza.
-¡Te amo!, te amo tanto...
Nada, la escasa luz de la luna era suficiente para mostrarme que en la habitación no había nadie, mi dama de los sueños no se encontraba allí, justo como ella había dicho años antes.
-¿Hola?...-
Nada, por primera vez en mi vida caminé fuera del rayo de luz, llegué al fondo de la habitación y me sorprendí encontrarme en la penumbra con ella. Estaba inmóvil, tranquila, mirándome con la misma paciencia con la que me vio el primer día. Me acerqué a abrazarla, pero mi piel se topó contra un objeto sólido, frío, no era la suave mujer, era una estatua. Atontado la solté y la observé, los mismos rasgos, la nariz pequeña, los ojos grandes, labios delgados pero bien formados, el cabello largo y lacio, el vestido vaporoso y sus pies descalzos. Era una réplica perfecta de ella. No, era ELLA...
Esa semana se me hizo eterna, volvía una y otra vez al cementerio, acariciaba el rostro de la estatua, unas veces le hablaba y otras simplemente me acostaba a sus pies. Las noches pasaron, entonces llegó el momento, ése día fui temprano, entré por la puerta principal y caminé como cualquier otro en el cementerio, sin miedo a ser descubierto. Atravesé la puerta de madera, caminé al interior y me quedé frente a la estatua mirándola a los ojos hasta que la noche cayó sobre nosotros y la luna nos cubrió con su luz.
Evité parpadear, mantuve los ojos abiertos mientras la veía cobrar vida, su piel grisácea se hizo clara y suave, su pelo de gris se puso negro y sus ojos parpadearon poco a poco hasta volverse aquellos que me habían cautivado de niño.
Al verme, bajó la vista.
-Lo prometiste.
-Quería decirte que te amo- Intenté abrazarla pero ella se hizo hacia atrás y mirando al suelo habló.
-Lo sé, pude escucharte todo el tiempo, pude escucharte cada día que me hablabas. No podía responderte.
-Cómo es que tú...
-Shh
-No soy un niño, dime ¿por qué te conviertes en piedra?
-No me convierto en piedra, me vuelvo de carne.
-¿Qué?
Suspiró y se sentó en el suelo esperando que yo lo hiciera, lo hice, me arrodillé frente a ella y esperé en silencio su explicación.
-¿Sabes lo que es desear?
Lo sabía, lo hacía en esos mismos momentos, deseando saber la verdad, deseando un sí de su parte, deseándola a ella.
-"Pedí un deseo a la luna, pedí y rogué cada luna llena por una oportunidad de vida, por poder moverme libremente y ser de carne. Durante años, mi silencioso ruego fue ignorado, o eso es lo que pensaba, hasta que una noche la luna me respondió, la roca se tornó blanda y abrí mi boca para respirar, los latidos de un corazón me retumbaban los oídos, fui feliz de saber que era el mío, tenía un corazón, tenía piernas y dios, el suelo era frío. Celebré y celebré paseando por el cementerio durante tres noches, hasta que la luna me llamó de nuevo, "vuelve a tu sitio, niña" susurraba entre la noche, "vuelve o jamás volverás a esa piel", la ignoré, ignoré sus palabras y me quedé fuera.
Entonces dejé de sentir mi mano y después mi brazo, volvían a ser piedra, espantada pregunté a la luna, rogué por su ayuda pero ella seguía diciendo las mismas palabras una y otra vez. Llorando volví a mi sitio, ambos brazos ya estaban paralizados y en segundos mis piernas y el resto de mi cuerpo volvió a lo que había sido antes. Triste por mi pérdida lloré y lamenté haber tenido sólo un sueño, fue cuando llegó la próxima luna llena y mi deseo volvió a hacerse realidad, entonces cada luna llena era como tú, una humana y en otros días, simplemente vovía a la prisión de mi existencia.
Tiempo después, un niño llegó de la nada escondiéndose de sus padres, prometió volver en otra ocasión y cumplió su promesa durante años. Los años pasaron y el niño se convirtió en un hombre, entonces experimenté el amor, experimenté la ilusión de verlo cada luna llena esperando que él me dijera lo que tanto deseaba escuchar."
Esa noche hicimos el amor bajo la luz de la luna, cumplí con todo aquello con lo que había soñado, sus piernas me rodearon, aspiré el aroma de su pelo y probé la suavidad de sus labios. El amanecer volvió y me quedé a su lado hasta que se transformó en piedra, entonces prometí volver, volver cada noche y hacerle compañía.
Una noche, el trabajo me mantuvo en casa ocupado, no podría llegar a tiempo para su despertar, miré a la luna por la ventana y mandé mis disculpas con ella. La noche pasó y el trabajo que pensé que terminaría en unas horas se alargó hasta el amanecer, cansado me acosté en la cama y rápido caí en un sueño profundo.
La siguiente noche llegué a una hora antes del amanecer, cuando entré al recinto ella estaba furiosa, se paseaba de un lado a otro apretándose las manos, volteó a verme y soltó una letanía de preguntas.
-¿Dónde estabas?, ¿por qué no viniste anoche?, ¿qué hacías?, ¿no pensabas venir hoy?
Poco a poco comencé a calmar sus miedos, sus inseguridades, pero la noche no me alcanzó, el sol llegó a tomar su lugar y a mitad de la discusión se volvió de piedra.
La siguiente noche no volví, ni la siguiente, no quise enfrentarme a la estatua, no quise mirarla así, sin que ella pudiera responderme. Esperé la siguiente luna llena y resolvimos el pequeño malentendido, pero entonces vinieron más, la soledad, la madurez, mi corta edad comparada contra sus dos siglos de vida, mi vida, mi futuro, el suyo atado a la luna. Tantos problemas me agobiaron, me estresaron a tal grado que ya sólo la visitaba una vez cada luna llena, luego volvía sólo 5 minutos antes del amanecer así sólo veía su despedida y no sus reproches.
Envejecía y la necesidad de tener una familia me alcanzó, volví a visitarla con regularidad, indagando en una posibilidad de volverla humana por tiempo indefinido, pero era imposible, ni la luna nos respondía, ni ella quería envejecer y morir. Me rendí, abandoné mi sueño y me quedé a su lado, volvía a hablarle a la estatua, volvía a quedarme a sus pies y día a día noté como la expresión de la estatua se volvía cada vez más triste. Mi tristeza la contagiaba, mi infelicidad la rodeaba.
Una noche calurosa de junio, salimos del cementerio juntos, la llevé a pasear por el pueblo, visitamos la playa, correteamos por la arena mientras el manto de estrellas cubría el cielo, sin preocuparnos hicimos el amor al compás de las olas, entonces lo vimos, el sol amenazaba con salir, asustado la cubrí con mi ropa y la intenté levantar. Sonriente acarició mi rostro y rechazó mi mano.
-¡¿Qué haces?!, ¡debemos volver!, ¡debemos irnos!-
-No
-¿No? no te dejaré aquí!- Intenté cargarla, pero ella volvió a negarse, sonrío con los ojos llenos de lágrimas y me acarició la mejilla.
-¿Por qué? levántate, ayúdame, aún puedo llevarte, aún podemos ganar.
-No quiero ganar, no quiero obligarte a esperar cada luna llena para poder vivir, no quiero que renuncies a tus sueños, no me perdonaría hacerte infeliz, te amo, te amo tanto y me has hecho tan feliz.
-No, no... no te rindas- Retiré la ropa de sus piernas para levantarla, entonces lo vi, ambas piernas ya eran de piedra y seguía avanzando hacia el torso, llorando la miré a los ojos.
-Hace minutos comencé a convertirme, perdóname, no quería terminar con esto tan pronto.
-¿Por qué? Te amo tanto. No me dejes.
-Yo a tí también. Te agradezco los momentos que me diste.
-No... por favor... no...
-Vive, mi pequeño niño.
Ella sonrió para mí, sonrió y me dio el beso más largo, apasionado y triste de mi vida, asustado me aparté para verla, el brillo en sus ojos desapareció, al igual que los latidos de su corazón y la sonrisa de su rostro se hizo permanente.
Cuando tenía 30 años me compré una casa y lo primero que hice, antes de llevar los muebles, fue colocar una estatua a la entrada, la estatua de una hermosa mujer de ojos violetas y pelo negro como la noche, semidesnuda mira al jardín y a las estrellas con una sonrisa eterna.
Hoy como cada noche, estoy sentado a su lado contándole las historias de mi vida, los viajes, los sueños logrados, los retos, los fracasos, pero más que nada, relatándole la historia más emocionante de mi vida, la de un amor eterno e imposible, el único y el último que tuve.
-Te amo, siempre te amaré, mi amada Selene- Susurré a su oído y esta vez en 40 años, la estatua de la joven ha llorado.
FIN
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Nota: Selene es un nombre que proviene del latín, significa "Luna" o "luz nocturna".
3 comentarios:
oooh si que si, por eso a los supuestos habitantes de la luna se les llama "selenitas". Quién sabe qué será mejor en todo este relajo. Dejar ir, retener, perdurar o vivir intensamente. He conocido a personas qe intentan llevar su vida bajo cada uno de esos preceptos pero pocos he visto felices largo tiempo. Supongo que solo dura un par de instantes y se acaba.
Qué tal. Es una historia bella y triste. Aunque en eso supongo que se basa la vida: la renuncia. Ya no el sacrificio, sino la simple renuncia de lo que uno ama. De nuevo, felicidades. ¡Salu2!
La felicidad es por momentos, hay que irlos recopilando con el tiempo.
Efectivamente Alias writer, la vida es un toma y deja constante, hay que tomar las cosas que nos pertenecen y aquellas que no dejarlas ir, como dice el dicho, si realmente son tuyas, volverán. Saludos y muchas gracias!
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